Carlos Santa María.- Toda la documentación existente comprueba de modo
fehaciente que la Comunidad Europea es un feudo de EE.UU, es decir, no actúa
sin su consentimiento y tiene una actitud complaciente en prácticamente todo lo
que se le ordena desde ese país norteamericano.
Si los gobiernos alemán y francés, especialmente
ahora que el Reino Unido sale de esta relación con el Brexit, tuvieran una
posición autónoma, soberana, el mundo podría tener un minuto de tranquilidad
bélica, pues todos los esfuerzos de la Casa Blanca por continuar las guerras no
serían aceptados sin ninguna crítica por dichas administraciones.
El resultado sería una Europa más sólida, con
relaciones internacionales de mayor equidad, luchando directamente contra el
flagelo del terrorismo y cuyas directrices estarían en consonancia con la
Humanización. Pese a sus propias limitaciones, por lo menos se pensaría que la
política de sanciones que causa estupor, daños y es provocada usualmente por la
venganza, tendría que ser transformada radicalmente en diplomacia transparente
y diálogo fructífero.
Sin embargo, ha pasado el tiempo en que Francia
tenía un rey que se preciaba de su poder y un Napoleón que subrayaba el valor
de lo francófilo, independientemente de la cultura libertaria en la Revolución;
ha pasado el tiempo en que Alemania poseía un Bismarck que consolidaba su
propia identidad germana; continúa el tiempo en que los ingleses, otrora
flemáticos y orgullosos, siguen los dictados foráneos y se inclinan con
obediencia extrema. Cuando se conoce que sus gobiernos han sido espiados por el
aliado principal y no hay reacción alguna, excepto quejas débiles e
ineficientes, es claro que la dependencia política es casi absoluta.
¿Por qué no se toma en cuenta a otras naciones
del concierto europeo? Las razones son básicas: no cuentan en las elecciones
del bloque ya que la obligación es votar de acuerdo a lo que les indiquen y lo
deben hacer sin actitud contestataria. Es decir, poseen mínimo peso para
proponer opciones diferentes y ser aceptadas, incluso cuando favorecen a la
misma comunidad europea en la medida que no reciban el visto bueno externo.
Las supuestas contradicciones entre la UE
(entendiendo las naciones mencionadas), y EE.UU., son menores frente a la
obligación entregada a sus gobernantes para insistir en la política
militarista, afectando a sus propias naciones.
Cabe mencionar como un argumento esencial que la
Comunidad Europea arriesga a su territorio, a sus ciudadanos, en una clara
actitud antipatrótica al aceptar que una confrontación que compete al Pentágono
y las élites financiero-militar-industrial globales puedan ser trasladadas a
dicho espacio donde niños, mujeres, hombres, ancianos, ciudades y campo,
sufrirían las consecuencias devastadoras de una confrontación armada y
posiblemente la Tercera Guerra Mundial, nuclear y definitiva. Estados Unidos no
sería el epicentro, sino que los tributarios europeos.
La conclusión más importante e imposible de
contradecir con argumentación válida es que Francia y Alemania siguen siendo
gobiernos genuflexos del Pentágono y no han dado muestras de querer cambiar
significativamente. Ello se ha confirmado también por la escasa independencia
de dichos mandatarios de la tutela estadounidense y, finalmente, parece ser que
la soberanía ha sido conculcada.
El mundo digno y autónomo espera una reacción de
altura en estas naciones, quedar en la historia como aquellas que, teniendo la
cultura y poder para hacer de la paz una constante internacional, prefirieron
asolar el planeta de conflictos artificialmente creados para favorecer a la
Corporatocracia o conjunto complejo de las élites inequitativas.
Es tiempo propicio para levantar la mirada
hidalgamente y comprometerse con la justeza y pacificación planetaria.
Fuente: RT
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